El diagnóstico de AS se complica por la carencia de una evaluación o programa de diagnóstico normalizado. De hecho, debido a que hay diversos instrumentos de evaluación en uso actualmente, cada uno con criterio diferente, el mismo niño podría recibir diagnósticos diferentes, dependiendo del útil de evaluación que utiliza el médico.
Para complicar el tema más aún, algunos
médicos creen que AS no es un trastorno separado y distinto. En cambio,
lo llaman autismo de alto funcionamiento y lo ven en el extremo leve del
espectro autista con síntomas que difieren, sólo en el grado, del autismo
clásico. Algunos clínicos usan dos diagnósticos, AS o autismo de alto
funcionamiento, de forma intercambiable. Esto dificulta la recolección de
datos sobre la incidencia de AS, ya que algunos niños serán diagnosticados con
autismo de alto funcionamiento en lugar de AS, y viceversa.
La mayoría de los médicos confía en la
presencia de un grupo esencial de comportamientos para alertarles sobre la
posibilidad de un diagnóstico de AS. Estos son:
- contacto
ocular anormal
- retraimiento
- no
darse vuelta cuando se los llama por su nombre
- no usar
gestos para señalar o mostrar
- falta
de juego interactivo
- falta
de interés en los demás
Algunos de estos
comportamientos pueden ser aparentes en los primeros meses de la vida del niño,
o aparecer más tarde. Antes de los 3 años de edad, deben estar presentes
problemas en al menos una de las áreas de comunicación y socialización o
comportamiento repetitivo y restringido.
El diagnóstico de AS es un proceso en
dos etapas. La primera etapa comienza con la evaluación del desarrollo
durante un examen de “niño sano” con el médico familiar o el pediatra. La
segunda etapa es una evaluación integral de equipo para considerar o descartar
el AS. Este equipo generalmente incluye a un psicólogo, neurólogo,
psiquiatra, terapeuta del lenguaje, y otros profesionales con experiencia para
diagnosticar a niños con AS.
La evaluación integral incluye una
evaluación neurológica y genética, con pruebas detalladas cognitivas y del
lenguaje para establecer el coeficiente intelectual y evaluar la función
psicomotora, las fortalezas y debilidades verbales y no verbales, estilo de
aprendizaje, y habilidades para la vida independiente. Una
evaluación de fortalezas y debilidades de comunicación incluye evaluar formas
de comunicación no verbales (miradas y gestos); el uso de lenguaje no literal
(metáforas, ironía, idioteces y humor); patrones de inflexión, estrés y
modulación del volumen; pragmática (tomar turnos y sensibilidad a sugerencias
verbales); y contenido, claridad y coherencia de la conversación. El
médico observará los resultados de las pruebas y las combinará con los
antecedentes de desarrollo del niño y los síntomas actuales para hacer un
diagnóstico.
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